martes, 16 de noviembre de 2010

¿Quien sos? Parte IV (última)

Después de mucho recorrer he llegado algunas ideas INCONEXAS entre frontera y descubrimiento:

La frontera es una idea de encuentro y de punto de reunión, mejor dicho, es el extremo de un todo donde comienza a convertirse en alguna otra cosa; este proceso fronterizo es pausado y gradual, no se pierde del todo lo que se es en el centro, pero tampoco se es ya aquello. Llegar a la frontera, es descubrir lo que somos o alcanzamos a SER de diferentes. En sentido estricto no hay fronteras para los latinoamericanos en Latinoamérica.

A diferencia de otros continentes, aquí, por todo lo largo y ancho de la sierra, la montaña, la pampa y el litoral el español es un vehículo de comunicación constante; inclusive en Brasil, país de habla portuguesa, es perfectamente factible sostener una conversación con un oidor en castellano y un emisor en portugués, por supuesto a la inversa.


Grupo de Teatro originario del País Vazco, participante del 8o Encuentro Internacional de Teatro del Borde, Las Flores, Provincia de Buenos Aires, Argentina.



 


El idioma es vital para la creación de fronteras. Al no tener esa separación, tampoco tenemos esa idea de frontera. Pero no solamente, las historias en América Latina, también son comunes, los héroes comunes (por lo menos todo Sudamérica comparte a Simón Bolívar y José de San Martín como los grandes libertadores del cono sur), los opresores comunes, el enemigo común, etc.; todo eso también nos hace semejantes.

Somos diferentes pero somos lo mismo. Y lo mismo pasa en el ámbito teatral. Hay constantes teatrales que nos identifican, algunas de ellas observadas en este relato:

a) Una coordenada latente del teatro latinoamericano es el discurso social que atraviesa todas las aproximaciones teatrales. Lo social como la dimensión colectiva que pone en conflicto al individuo. La singularidad de este enfrentamiento dinámico radica en el hecho de que el individuo siempre sucumbe ante la esfera de lo social. Condenado por su propia disidencia, debe vivir en la periferia, para ser desde ahí, se convertirá en el transformador de lo colectivo. En nuestro teatro los héroes triunfan desde la sombra.

b) Hay también coordenadas de tipo formal: el espacio vacío. No todas las puestas son “espacio-escénico vacio”. La gran mayoría parten desde ahí, nuestro teatro parte del vacío. Es decir, no hay convencionalismos teatrales en el espacio que precedan a la creación escénica, espacialmente hablando. Cualquier espacio puede ser espacio teatral. Aquí el hallazgo va más allá al planteamiento brookeniano. Porque este, establece que la figura del espectador, en la tríada de espacio-habitante-observante, es sustancial para la construcción teatral. Pero en nuestro teatro va más allá de ser un simple potenciador de lo teatral en la ocupación del espacio. Aquí el espectador es quien atraviesa el espacio con su mirada, lo habita y le da sentido teatral, mucho antes que aparezca la figura del intérprete. ¿Cómo? Al permitirse que cualquier espacio sea un espacio teatral mucho antes que se posen sobre él la dimensión de lo escénico. Latinoamérica ve teatro desde donde sea y hacia donde sea.

c) La relación con el texto dramático. Generalmente los actores latinoamericanos saben mucho más de su personaje, de la narración, de la historia de la obra, que de la propia letra a replicar durante la obra. Sin embargo, esto no quiebra la escena. El texto nunca aparece ortodoxamente recitado/hablado. Tal pareciera que en nuestro contexto latino el oficio del dramaturgo (como escritor únicamente) pierde terreno. Existen aproximaciones de inter-zona entre la creación literaria y la representación: los dramaturgos escriben para dirigir, los actores actúan para escribir la obra, la dirección acota para construir la estructura dramática que después será obra. Las obras no se escriben. Las publicaciones no son la obra que se estrena, etc., etc., etc.

d) Las herramientas del creador. Lo que sea servirá para hacer la escena. Nuestro teatro latinoamericano no necesita capacidades determinadas, acabadas o precisas. Para traducir nuestro teatro de idea a acción, necesitamos dilatación, dinamismo, capacidades circulantes que dialoguen con el presente de la creación. Presente que se modifica constantemente de maneras disonantes, estridentes y alternantes con la realidad social.

e) Son características constantes de nuestro teatro latinoamericano la ambigüedad textual y escénica; la repetición de historias, modelos y acontecimientos; el absurdo como lógica escénica; la exaltación de los modelos tradicionales como acto de rebeldía.

f) También los horizontes morales y éticos de nuestro teatro son singulares, y aquí citaré las sabias palabras del Maestro Ricardo Bartís: “nuestro teatro es progresista hasta que la realidad nos indica lo contrario”. Por eso resulta vital que las herramientas y las capacidades de los hacedores sean móviles.

g) Yo creo que la gran mayoría de los latinoamericanos afrontamos el reto de hacer nuestro trabajo con una expectativa muy ingenua y aquí, cito nuevamente al Maestro Bartís: “ya sabemos de qué se trata, ahora hagámoslo con la esperanza de que se funda en otra cosa”.


14 de noviembre del 2010.
Gunnary Prado
Comas, Lima-Norte, Perú.











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