Bogotá desde la montaña Monserrate. |
Miembros de La Nave en Bogotá, Co. |
En la gran mayoría de las paredes de la Universidad Nacional de Colombia se lee un desacuerdo rotundo ante la adhesión de Colombia a la “estrategia de control para América Latina”, orquestada por Estados Unidos y países aliados, misma que se hizo patente cuando el Gobierno de Álvaro Uribe permitió que 7 bases militares fueran tomadas y establecidas por las Fuerzas Armadas estadounidenses.
También se lee una irritación por la desaparición de líderes políticos de la disidencia, la apatía de intelectuales, educadores y el pueblo en general. Sobre todo se lee una crítica dolorosa ante el autoritarismo, censura y rígido control policial por parte del Gobierno de Álvaro Uribe, mismo que ha traído a Colombia un aparente orden y tranquilidad, pero que para muchos colombianos, es una olla de presión que estallará cuando Colombia no quiera aparecer más como el desvergonzado aliado de Estados Unidos frente a los proyectos sociales autónomos de Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Singularmente, hay una clase social media y media alta, que ve con ojos de agrado que Uribe, desde su falsa diplomacia, haya controlado manifestaciones o expresión contrarias a su política, pues esto da un orden social a la vida en Colombia, que muchos colombianos anhelaban desde los años 80 y 90. Uribe vistió de un aparente orden a Colombia, pero la convirtió en enemiga de sí misma, al negar el hecho de que las fronteras en América Latina son meramente administrativas, porque todos los pueblos latinoamericanos, y particularmente, la franja bolivariana (Venezuela, Colombia y Ecuador) son una misma patria, como bien lo vio Simón Bolívar. Son la patria ideológica de América del Sur.
Cuando permitimos que un ajeno haga daño a un miembro de la familia tarde que temprano también nosotros seremos mutilados. Los colombianos asumen está realidad con mucha tristeza, aunque también, por el momento están disfrutando de la aparente pacificación que ha permitido proyectar social, cultural y económicamente, como hacía mucho tiempo no se podía en Colombia.
Esta es la contradicción de los pueblos latinoamericanos la defensa de la autodeterminación desde dentro sin cortar la posibilidad de dialogo con lo planetario. Imaginemos una América Latina (desde México hasta la Patagonia) haciendo del Sur una tierra de dialogo, crecimiento, intercambio social, comercial, artístico, cultural, haciendo una sola patria, La Patria Grande, donde todos ayudemos a todos para estar mejor, y cuando se ve como hablan entre sí colombianos y venezolanos veo que le llegará el momento a esta imagen, independientemente de un Uribe, Santos o Chávez.
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