lunes, 6 de septiembre de 2010

Transición/En camino a Venezuela.

A las afueras de la Terminal de Bogotá. Esperando la salida a Cúcuta (Frontera con Venzuela)


Nuestra en estancia en Bogotá ha terminado. Con melancolía mezclada con euforia (por lo que viene) nos despedimos de Colombia. (¡Que rica y buena!) Decidimos hacer el viaje hacia Venezuela por tierra (¡Que idea tan atrevida!). Siendo así, tomamos un camión, perdón bus, (“…dícese del transporte destinado a viajar de ciudad en ciudad; la buseta, es el bus que transporta a las personas dentro de la ciudad”. Léxico colombiano), el día 31 de agosto en punto de las 12:00 hrs., hora local, nos dirigimos rumbo a Cúcuta, la última ciudad de Colombia y una de las fronteras con Venezuela; el bus cobra 60,000.00 pesos colombianos, equivalente a $33.8 dólares americanos, un aproximado de 442,5 pesos mexicanos por persona; un trayecto de más 14 horas; un trayecto desigual, anduvimos por catorcehoras de curvas prominentes, terracería, voladeros a borde de carretera y con un chofer que manejaba un tanto cuanto cafre, mejor dicho, de la verga a la décima potencia, intrépido, rápido y pendejo, de la superretecontraputizima exaltación, en entre otros dichos de los argonautas.


Navieros en camino a Cúcuta



Amanecimos en Cúcuta. En punto de las 6:30 hrs. estábamos en pie en la terminal de Cúcuta, ciudad provincial con 11 grados de temperatura y subiendo. Las caras no eran de somnolencia, iban un poco más allá. Simplemente no habíamos despertado. Cuando reaccionamos ya había pasado dos horas de estar 6 personas paradas impávidamente a un costado de más 360 kilos de equipaje.

La tarea era conseguir transporte a San Cristóbal, primera ciudad en Venezuela; antes de eso habría que:

1.- cambiarpesoscolombanosabolivares,

2.- buscardesayunodentrodelpresupuesto,

3.- encontrarmaletaextraviada,

4.- sobreponersealaideadequerestaban12horasdecamino,

Para el momento que se había cumplido las tareas, despuntaba un sol incandescente en las alturas bañando de 30 grados de calor a la ciudad, las prendas de ropa fueron cayendo una a una y las gotas de sudor viajaban abundantemente sobre nuestros rostros relumbrosos.

Emprendimos la tarea del regateo por el transporte, siendo testigos de que en la frontera los negocios son asunto de supervivencia, de este lado de la línea el viaje era equivalente a 80,000.00 pesos colombianos por transportar a todo el grupo, del otro lado de la línea era equivalente a 24,000.00 bolívares (o bolos en la jerga local) por persona. En lo que nos llegó la luz a la cabeza y logramos descifrar cuanto era cuanto en dólares americanos y por ende en pesos mexicanos, a nuestras espaldas se confabulaba la estratagema comerciante que nos arrebataría la ilusión de llegar a Venezuela, -un poco melodramática, recuerden que íbamos llegando y no habías despertado del todo-, resultó que los diferentes choferes, colombianos y venezolanos, habían acordados que sería un venezolano el transportaría a los mexicanos, así que gustosamente, después de la promesa de una mochada, el colombiano retiro su oferta.

Por supuesto, suponemos. Después de un tiempo, cuando caímos en cuenta que la oferta del lado del territorio colombiano estaba por muy debajo de la contraria, aquellos ya habían hecho otro trato al cual no nos quedó más remedio que someternos. (Puedo imaginar a los connacionales, guatemaltecos, salvadoreños, centroamericanos en general, cuando llegan a la frontera con Norteamérica, con intenciones de cruzarla……. Debe ser difícil no tener más opción que pagar 100 pesos mexicanos por una botella de agua y pagar 5 mil pesos por un pollero que puede abandonarte en medio del desierto.) Los negocios en cualquier frontera están tazados por el nivel de importancia que tiene para uno aquello que se busca del otro lado.

Por fin “pudimos negociar” o mejor dicho, “convenimos pagar” 24,000.00 bolos por persona y dos más por el sobre equipaje en un dos taxis, un chevrolet modelo 75 y un Lincoln modelo 75, que hizo dos horas de Cúcuta hacia San Cristóbal. Ni que decir de la aventura que resultó hacer los trámites de “cruce fronterizo” en cada uno de las oficinas migratorias de Colombia y Venezuela. Solamente recuerdo la pregunta circunspecta del funcionario colombiano “¿y qué hay en Venezuela, porqué tanto mexicano se traslada para allá?”

Después de 765,000.00 bolívares y 26 horas de viaje, arribamos a Valencia, la capital del Estado de Corobobo, ubicado en el centro de Venezuela, para llegar finalmente a Naguanagua, municipio colindante y sede del 5° Encuentro de Teatro Popular Latinoamericano de Venezuela (ENTEPOLA), con tres días anticipación…. Por lo tanto, no nos esperaba….


La última cerveza colombiana.......... Santo Tomás, cerveza artesanal

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